Las Oblatas de la Iglesia Misioneras Ecuménicas son una comunidad fundada en 1959 por Mons. Giulio M. Penitenti en Riano (RM). Nuestro carisma nace de la oración de Jesús en la Última Cena: –“Que todos sean uno”– (Jn. 17, 21).

La Casa Madre, la Ciudadela Ecuménica Taddeide, se eleva sobre los restos de un pequeño y antiguo convento de los Padres Capuchinos. Nuestro Centro Ecuménico de Espiritualidad da la bienvenida a comunidades religiosas para ejercicios espirituales, retiros y reuniones capitulares, ofreciendo también espacio a familias, parroquias, peregrinos, exploradores y todos los invitados deseosos de compartir una experiencia espiritual única.

Mons. Giulio M. Penitenti nació el 1-10-1912 en Sermide (Mantua) e ingresó en el Seminario el 25-10-1924. El 6-6-1936 fue ordenado sacerdote. En los años 1942-1943 fue capellán militar en Rusia y otros países europeos. El 6-4-1944, en Roma, se inició la Asociación MICHAEL, que luego se llamó UNITAS con la revista del mismo nombre; en 1945 dejó esta iniciativa en manos de un experto teólogo para fundar, nuevamente en Roma, en Via Matteo Boiardo, entre dificultades y pruebas de todo tipo, una comunidad religiosa llamada “CASA DE LOS PEQUEÑOS OBREROS” con el objetivo de reunir “audaces “almas y ardientes” que se consagraron al apostolado ecuménico. El 17/8/1946 fue nombrado, por sus ilustres méritos, Canónigo del Panteón. En 1947 tuvo que trasladar la sede de su pequeña comunidad naciente a Pian Paradiso (Viterbo), y en 1951 definitivamente a Riano (Roma), donde fue acogida por el difunto cardenal Eugenio Tisserant, entonces obispo del lugar. El 13 de diciembre del mismo año la erigió como Pía Sociedad Sacerdotal Laica.

La Casa Madre – la Ciudad Ecuménica de Taddeide – es el motor de su apostolado ecuménico, que se está extendiendo a muchas partes del mundo. La memoria de Mons. Giulio Penitenti está viva. Grabemos una de sus declaraciones donde muestra su compromiso y sacrificio para realizar su gran sueño. “No importa si estoy condenado a avanzar por el camino de la tortuga, no importa si todavía tengo que afrontar tanta humillación para extender la mano y pedir ayuda a todos. No importa si quiero cubrir las paredes y muros más de lágrimas y sacrificios que de calor. No importa, siempre me veré obligado a poner unos rodillos en el suelo en lugar de en las encimeras que no puedo comprar. ¡Lo importante no es mirar más allá, sino seguir jugando y trabajando mientras uno se conmueve, con confianza, con amor, con humilde perseverancia!”. Mons. Giulio Penitenti, año 1969.

El deseo de monseñor Giulio Penitenti de construir un santuario dedicado a la veneración del apóstol San Judas Tadeo se remonta al mes de mayo de 1951, es decir el momento en el que, al tener que abandonar la casa de Pian Paradiso, como obispo Monseñor Roberto Massimiliani, una vez expirado el período de prueba de cinco años que le había concedido su antecesor, monseñor Santino Margaria, no fue renovado, de hecho, se le ordenó abandonar el país.
Durante sus investigaciones para establecer una nueva sede, el Fundador había vuelto su mirada hacia el Convento, ahora abandonado por los Frailes Capuchinos, pero alquilado durante 15 años a terceros. Tuvo que superar enormes obstáculos para conseguirlo: la disolución del contrato con la persona que allí vivía y la enorme suma para adquirirlo. Literalmente desesperado por esta situación, su ex maestra de escuela primaria Annita Pedrini le aconsejó recurrir al santo de los “casos desesperados”, San Judas Tadeo, santo cuya memoria celebraba en el Breviario y en la Santa Misa, sólo en su día litúrgico indicado por la Iglesia Católica (28 de octubre).

Siguiendo el consejo de su antiguo maestro, invocó ardientemente a San Judas Tadeo y, una tras otra, obtuvo las gracias deseadas. La señal clara de su protección llegó cuando, habiendo ido al monasterio trapense de Tre Fontane para pedir prestada la suma necesaria para la redención del pequeño convento, deteniéndose en oración en la iglesia vecina, descubrió, para su gran consuelo, que el sólo la luz encendida fue la ubicada frente a la imagen de San Judas Tadeo:

“San Judas Tadeo, el Santo Apóstol, protector en los casos desesperados, a raíz de aquel encuentro me hizo obtenerlo todo, todo, todo: de una manera verdaderamente milagrosa y misteriosa. Y así ha sido desde entonces, desde aquel encuentro con aquella pequeña estando en las gradas de la Iglesia de “Jesús” en Roma, la maestra Annlta Pedrini, y de ese milagro de millones de sonidos y sonidos que me permitieron darle nueva vida a la “Casa de los Pequeños Trabajadores Oblatos y Oblatas de la Iglesia “y dar inicio a la Ciudadela Ecuménica TADDEIDE, en honor del gran Apóstol TADDEO, que mi devoción, mi agradecimiento y mi culto de invocación e imitación sean cada vez más magnificantes, porque los favores recibidos, para mí y para todos ustedes, mis queridísimos y amadísimos amigos, han sido y son innumerables, y crecerán cada vez más, para gloria de Dios y beneficio de todos.”
-Encontré en mi camino al Apóstol San Judas Tadeo-.